Luego de una larga lucha por preservar sus fuentes laborales, los trabajadores de la histórica fábrica de alfajores, La Nirva y Alfajor Grandote, ubicada en la localidad de Lomas de Mirador, Partido de La Matanza, consiguieron el permiso y la habilitación del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES) para funcionar como cooperativa.
“Los compañeros de La Nirva estamos llenos de emociones porque ya somos cooperativa. Nos costó empezar este camino de lucha del que no teníamos experiencia, todo nuevo para cada uno de nosotros”, publicó una cooperativista en una red social, sin ocultar su alegría: “Pasamos días de incertidumbre sin saber qué iba a pasar”.
En agosto, en una de las últimas audiencias que los 65 trabajadores mantuvieron con los expropietarios de la fábrica en el Ministerio de Trabajo, se les había ofrecido el pago de solo el doce por ciento del total de la deuda, que, en ese momento, acumulaba diez meses.
“Parecía imposible, pero, hoy, La Nirva produce por cada trabajador que la puso a funcionar, sin patrón”, expresó la trabajadora, en referencia a los meses de pelea por los que atravesaron los empleados, que no bajaron los brazos, a pesar de la deuda que los dueños del lugar mantenían con ellos y de la pandemia, que complicó los tiempos para que saliera la habilitación.
Un informe del Diario La Nación explicaba la sustitución anterior:
«La compañía madre que adquirió La Nirva es Grupo Blend, una empresa hasta ese momento dedicada al catering empresarial y a la producción de viandas. En 2017, compró la alfajorera con más de 45 años de historia que hasta ese momento pertenecía a tres familias: los Cavallo, los Fernández y los Conde. Estos últimos también son dueños del distribuidor mayorista homónimo.
Cuando recién se hicieron cargo de la planta, según voceros de la empresa, el margen que dejaba el alfajor Grandote era bajo, porque competía por precio con otros productos de la misma categoría como Guaymallén. En medio de un proceso de recomposición de precios, los altos costos de producción y la caída del consumo puso en aprietos a La Nirva, pero también a la compañía madre, Grupo Blend. En octubre de 2018 la producción se paralizó.
En diciembre de ese mismo año, la empresa pidió la apertura de su concurso preventivo. En ese proceso judicial no solo hay deudas de servicios públicos como telefonía y electricidad, sino también un litigio porque aún no se canceló completamente la compra con los anteriores dueños»