«En una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política», decía Carlos Jáuregui, activista LGBT e impulsor de la lucha por los derechos de la comunidad homosexual en nuestro país.
Facundo Imhoff lo sabe. «Me da orgullo poder elegir libremente quién soy y quién quiero ser, sin tener que rendirle cuentas a nadie ni aparentar para lograr aceptación de los demás». Es el primer deportista argentino de alto rendimiento, en actividad, en contar abiertamente que es homosexual. Lo hizo hace una década frente a sus compañeros de equipo en Lomas Vóley, aunque recién después de ganar la medalla de oro con la selección argentina de vóleibol en los Juegos Panamericanos de Lima 2019 se hizo público.
«Cuando conté que era gay no me lesioné más, mejoró mi rendimiento. Dejé de mentir y de aparentar algo que no era. Mejoró mi relación con otros jugadores, con los equipos técnicos, fui mucho más feliz», dice el central santafesino, de 32 años y 2.02 metros, en diálogo con Télam.
Nacido en Franck, un pueblito de Santa Fe con 7.000 habitantes, para Imhoff no fue fácil hablarlo con su mamá y su papá, que lo vivieron como «un velorio». Su abuela Doli, en cambio, se tomó su orientación sexual con mucha naturalidad al igual que sus hermanos, amigos y compañeros, con los que reforzó su vínculo.
Desde China, donde se quedará hasta agosto para después ir a jugar al club Lindaren Volley Amriswil de Suiza, Imhoff admite que el Mes del Orgullo lo puso reflexivo y por eso posteó dos videos en su cuenta de Instagram para hablar sobre los «bautismos» violentos en el deporte.
«Uno se siente limitado y oprimido por normas que supuestamente están establecidas por superiores, cuando en realidad no lo son, porque nadie es superior a nadie. Está bueno visibilizar estas cosas para que no sigan sucediendo. Nadie tiene el derecho a maltratar, por más títulos, fama, rango o poder que crea tener», expresa Facundo, campeón de la Copa Alemana y MVP en la última temporada con el United Volleys de Frankfurt.
«En el Mes del Orgullo me planteo qué celebramos, qué mostramos, cuáles son las luchas del colectivo, por eso subí a las redes estos mensajes que tal vez no estén relacionados directamente con la sexualidad pero sí con la libertad de elegir y expresarse», comenta Imhoff, quien pasó 21 días de cuarentena obligatoria en Beijing por la pandemia y ya está vacunado contra el coronavirus (la segunda dosis llegará en unos días).
«Fue duro no poder asomarme al pasillo del hotel por tres semanas, pero después de cumplir el aislamiento salís y acá ya viven sin barbijo, parece una locura. Hay controles tremendos pero hasta fui a un boliche explotado de gente, increíble».
– Télam: ¿Qué repercusiones tuviste después de los videos?
– Facundo Imhoff: Mucha, me sorprendió. Me escribió gente, fuera del ámbito deportivo, que me contó que en trabajo le hacían cosas horribles. Pareciera que el hecho de querer pertenecer o lograr un buen puesto o que no te rajen hace que tengas que agachar la cabeza y aceptar cosas que están mal. Esto trasciende el deporte, es una problemática de la sociedad en general y tendría que ser una alarma.
– T: ¿Y en el ámbito del vóley?
– FI: Conozco a muchos jugadores que pasaron por el bautismo más violento (‘pilorto’, la introducción de una pila en el ano), a muchos técnicos, mucha gente del vóley que lo vivió y que, si no lo vivió en primera persona, fue cómplice de esos abusos por no oponerse o fomentar estas violencias. No aparecieron. Quizás sea miedo, vergüenza, tibieza, el no querer meterse, pero el gran problema de la sociedad es justamente no querer meterse: cuando uno calla termina siendo cómplice de las personas que ejercen la violencia. Acá no podés ser neutral, o estás a favor o en contra, en cualquier tipo de situación violenta. Una de las Panteras me contó que mis videos fueron tema de debate en el vestuario. El vóley femenino, en menor medida, realizaba rituales de bautismo, más tranqui pero a un montón de chicas no les gustaba lo que tenían que hacer. Por lo menos hay que pensar ‘che, no está bueno lo que hacíamos’.
– T: ¿Por qué la sexualidad sigue siendo un tema en el deporte masculino y en el femenino no lo es?
– FI: En el deporte masculino la homosexualidad es más tabú que en el femenino justamente por el machismo que vivimos como sociedad. Si sos lesbiana está visto con mejores ojos porque al macho no le disgusta la idea de las lesbianas, ahora si sos el ‘puto’ sí. Por más que una mujer sea lesbiana no va a dejar de ser mujer, pero el hombre que dice públicamente que es gay deja de ser hombre y macho. En el deporte esto se ve muy potenciado a la hora de jugar, ese instinto de guerra, de macho alfa que pelea con el otro y le tiene que ganar, está la idealización de la figura del macho. Entonces es machismo potenciado. Y si a eso le sumamos que incluso el ambiente que fomenta el deporte, los fanáticos, los barrabravas, agrava más la situación del machismo; la imagen de que hay que poner huevos, de que no hay que ser maricón, que no le pegues como un puto. Machismo puro en su peor versión.
– T: ¿Cómo ves a Argentina en materia de derechos respecto de otros países donde jugaste?
– FI: Me ayudó jugar en otros países para valorar los derechos que tenemos adquiridos como sociedad argentina. Quizás los naturalizamos pero no es la normalidad en el mundo. En Rumania decir que sos gay es mala palabra, hay una condena social muy grande. Después de haberlo dicho, tuve que estar duchándome solo un mes porque los jugadores me evitaban, me tenían miedo. Viví situaciones que no están buenas porque está mal visto. En Argentina queda mucho camino por recorrer pero se avanzó muchísimo. Hay que identificar y celebrar. Ahora en China me está pasando que no estoy pudiendo expresarme libremente porque es un país que no ve como una opción ser gay, aunque debe haber muchísimos. No está prohibido pero tampoco está contemplado.
– T: Este año se dio algo histórico en la Liga femenina de vóley, donde jugaron por primera vez dos jugadoras trans. ¿Cuál es tu opinión?
– FI: Celebro que Argentina sea uno de los primeros países que incorpora a sus ligas a jugadoras trans. Es un paso enorme, es algo nuevo y todos estamos aprendiendo, seguramente haya pormenores que establecer para que sea más claro y equitativo, y no se generen controversias. Me da orgullo que nuestro país siga rompiendo con prejuicios, creciendo y evolucionando.
Facundo Imhoff posteó dos videos en su cuenta de Instagram en los que habla sobre los «bautismos» violentos en el deporte, a propósito de sus reflexiones en el Mes del Orgullo LGBTI+.
El voleibolista visibiliza la problemática de los rituales de iniciación, donde someten a los más jóvenes con cortes de pelo que los forzaban a raparse y otras prácticas violentas que estaban naturalizadas pero que hoy se pueden denunciar.
«Tenemos que dejar de justificar la violencia y darle visibilidad a una problemática que son los bautismos. Maltratar al jugador chico para que aprenda ¿qué? Hace 15 años cuando empecé se acostumbraba a que te corten el pelo, te hacían un desastre en la cabeza y después te tenías que pelar. Y para los que no accedían a eso estaba el plan B: ‘pilorto’. Agarraban una pila, le ponían pasta de dientes y te la introducían en el ano. Tenías que hacer una especie de circuito físico todo desnudo mientras te miraban, se reían de vos, te gritaban, te pegaban, te insultaban», relató Imhoff.
«A mí me hicieron lo del pelo y no el ‘pilorto’, pero sí fui testigo de ese ritual con otros chicos y haberme negado hizo que yo pasara la peor temporada de mi vida. Eso no era un bautismo amistoso: esto es abuso, violencia, hostigamiento y esto está naturalizado en los ámbitos deportivos. Era difícil pedir ayuda hace más de 10 años pero hoy esto se puede denunciar. Si te está pasando, pedí ayuda. No podemos naturalizar estas situaciones de violencia», agregó el santafesino.
En uno de los posteos, el jugador de 32 años contó sobre sus inicios en Primera, en Bolívar (uno de los mejores equipos de la Liga Argentina), cuando él quería dejarse el pelo largo y llegó al primer entrenamiento con una especie de peineta. El capitán le impidió el paso, le rompió la vincha de plástico en la cabeza y lo lastimó, y le dijo que se tenía que cortar el pelo porque «era un equipo de hombres».
«Hoy me estoy dejando el pelo largo, una cuenta pendiente porque durante 15 años lo mantuve siempre corto como la heteronorma me lo indicaba y porque me habían dicho que no era de macho, que parecía una mina. Invito a reflexionar sobre lo importante de la mirada del otro y en no ponerse en el rol de juzgar a los demás. No hay que impedir la felicidad ajena», expresó.