Loris Giazzon siempre tuvo claro que la vida que quería no estaba en la ciudad. Cuando tenía 10 años, su maestra le pidió que escribiera en una hoja cuáles eran sus aspiraciones a futuro y Loris contestó que soñaba con vivir en el campo, tener animales y formar una familia allí. La hoja todavía la conserva Vanesa, su esposa, quien lo acompañaría varios años después para hacer realidad ese deseo y zambullirse en la aventura de refundar un pueblo deshabitado.
Todo empezó en 2007. Loris, quien se dedicaba a elaborar y vender cuchillos criollos de plata, se dirigía hacia Carmen de Areco para participar de una feria artesanal y, en una parte del trayecto, el amigo que iba con él le señaló la fachada de una pulpería centenaria ubicada en una esquina de un paraje rural a la vera de la Ruta 7, que le había llamado la atención. La imagen del lugar quedó boyando en la cabeza del artesano durante todo el evento y, cuando pasaron por allí nuevamente en el viaje de vuelta, frenaron junto a la antigua edificación, que tenía un cartel de venta, para hablar con sus dueños.
“Era una de las primeras construcciones de la zona, tiene como 100 años. Funcionaba como posta de los tamberos, que se juntaban a tomar algo, y después fue una despensa también”, señala en diálogo con INFOCIELO Vanesa Cappelletti, quien tuvo la última palabra cuando su marido llegó a la casa donde ambos vivían en Laferrere, partido de La Matanza, y le propuso emigrar al campo: “Ese mismo día me llevó a conocer, a pesar de que había que hacerle un montón de cosas porque estaba como si fuera una tapera”.
El matrimonio compró la pulpería y la casa aledaña, donde vivían sus propietarios, y después de un año realizando reformas, decidieron mudarse definitivamente del corazón del conurbano a su nuevo hogar en Villa San Alberto, un paraje perdido en medio de la llanura bonaerense, a unos 12 kilómetros de San Andrés de Giles.
Al poco tiempo, donde funcionaba la pulpería abrieron un restaurante y, como empezó a funcionar mejor de lo que esperaban, quisieron ir por más: Loris y Vanesa se pusieron en campaña para averiguar quiénes eran los dueños de unos lotes que estaban a pocos metros del flamante restaurante, donde pensaban incorporar un espacio con juegos para chicos y otro donde se pudieran realizar actividades vinculadas a un día de campo.
“Eran terrenos vacíos, no había vacas, ni sembrado, nada. Era todo como monte”, describe Vanesa y menciona: “Cuando Loris pudo contactarse con los dueños, le dijeron que no estaban interesados en vender, pero él les contó lo que tenía pensado hacer y a la gente le gustó”.
Luego de varias reuniones con los tres hermanos que eran dueños de los terrenos, se acordó la venta. A Loris y Vanesa se les dio la posibilidad de hacer el pago en cuotas durante todo un año, que fueron abonando mes a mes. Cuando Loris se acercó a pagar la última cuota, se llevó una sorpresa inimaginada.
“Antes de darle la posesión, le dicen ‘mire Loris, usted en realidad no compró 9 hectáreas, compró un pueblo’”, relata Cappelletti. Ante la incredulidad y el desconcierto del artesano, los tres hermanos le explicaron que Villa San Alberto fue fundado en 1942 por su padre, Alberto Espíl, quien se había ocupado de subdividir los terrenos, había levantado una escuela rural y también había donado el espacio para que se hiciera un oratorio; aunque el proyecto urbanístico quedó trunco y nunca se fundó como pueblo.
“¿Y si lo refundamos?”, le preguntó un día Giazzon a su esposa y, a pesar de que la idea parecía bastante disparatada, ella accedió y pusieron manos a la obra: luego de informarse con lo poco que pudieron encontrar en internet, consiguieron una reunión con el intendente de San Andrés de Giles, quien les abrió las calles de Villa San Alberto en 2014.
Si bien la apertura de las calles significaba un avance importante, el sueño de levantar un pueblo, estaba todavía muy lejos de materializarse: en Villa San Alberto no había nada más que un oratorio a medio construir; la Escuela 23, que recibe año a año alrededor de 25 chicos de jardín y primaria, –hijos de trabajadores de los tambos cercanos–; un comercio de antigüedades que pusieron Loris y Vanesa en lugar del restaurante que habían decidido cerrar; una pequeña casa de fin de semana y los cimientos de otra que recién empezaba a construir una familia que había podido comprar el terreno a través del plan PROCREAR.
En 2017, el canal de noticias TN (Todo Noticias) llevó sus cámaras hasta Villa San Alberto para grabar una entrevista con Loris y Vanesa y, desde que ese programa salió al aire, todo se revolucionó.
“Fue un boom. La nota se vio por todos lados, después nos llegaban mails desde cualquier parte del mundo, nos llamaban de radios, diarios y hasta nos entrevistó la CNN en español”, recuerda Vanesa y cuenta que también recibieron felicitaciones por parte de Google “porque San Alberto llegó a tener más búsquedas en internet que San Andrés de Giles. Fue algo impresionante, no lo podíamos creer”.
Actualmente en Villa San Alberto viven 8 familias de forma permanente, que eligieron la tranquilidad, el silencio y el contacto con la naturaleza por sobre la locura, el caos, la inseguridad y el ritmo acelerado que caracteriza a la vida en los grandes centros urbanos.
“Algunos trabajan en Pilar, otros en Martínez, hay otros que trabajan desde la casa porque son analistas de sistemas o tienen profesiones similares, también hay policías que trabajan en Mercedes”, comenta Vanesa Cappelleti y señala que los vecinos del paraje comparten la misma mentalidad que siempre tuvieron ella y su marido: “Son personas que buscan poder dejar las cosas afuera sin temor a que se las roben, que no quieren estar pensando a qué hora tienen que entrar o salir de sus casas por miedo a la inseguridad. Acá la inseguridad nuestra es que vengan los comadrejas y nos lleven los pollos, las gallinas y los patitos”.
Loris Giazzon falleció en 2019 y, aunque no pudo continuar con el proyecto de refundación del pueblo al que le dedicaba todos sus esfuerzos, su esposa tomó las riendas de Villa San Alberto con el propósito de seguir el camino que habían ideado años atrás.
A partir de los esfuerzos que realizaron los refundadores, el paraje que pertenece a San Andrés de Giles tiene hoy su plaza, donde se colocó un mástil en el que flamea la bandera argentina; se consiguió la instalación del tendido eléctrico; y la inscripción “San Alberto” se pudo empezar a ver en los carteles de señalización la Ruta 7, algo que no había ocurrido nunca.
Además se aprobaron hace 2 años los nombres de todas las calles internas del pueblo, que fueron elegidas por sus vecinos y representan distintos valores humanos como “la tolerancia”, “la confianza”, “el esfuerzo”, o “la perseverancia”.
“Me gustaría que en algún momento nos permitan que una de las calles lleve el nombre de Loris, o que al menos se coloque una placa en su honor en el mástil de la plaza porque él es el fundador del pueblo”, dice Cappelletti, quien se ilusiona con que San Alberto siga creciendo, aunque aclara: “Los que vivimos acá no queremos calles asfaltadas ni mucho turismo. Acá no nos falta nada, solo familias que busquen lo mismo que nosotros”.