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La moneda en el aire, en el verano ardiente

En sistemas políticos estables –interpreta este cronista y lo escribe desde hace rato— son los gobiernos quienes ganan o pierden elecciones. El Frente de Todos (FdT) depende de su desempeño, en principio. Lo concretado hasta ahora más lo que pueda innovar o mejorar en seis o siete meses.

Cualquier regla reconoce matices, la tendencia subsiste pero ensombrecida y deteriorada por la persecución judicial a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. La padece como acusada y como querellante en la causa que investiga(riola) la tentativa de homicidio en su contra. El encarnizamiento degrada al sistema democrático, inclina la cancha en la competencia electoral.

Los fundamentos de la sentencia dictada en la causa Vialidad son arbitrarios, carecen de sustento razonable. Pongamos entre paréntesis discusiones semánticas, bizantinismos. No se probó nada contra Cristina. Los sentenciantes se fundan en indicios. La sancionan por un delito que jamás pudo cometer. Calculan a ojo el monto del presunto daño causado, no explican qué cifras manejan. Se ufanan de tener los conocimientos suficientes para estimar el perjuicio. Una sentencia debería ser un hilo de razonamientos y no el espejo deformante en el que se miran los vanidosos. ¿Cómo se hace para fundar un recurso contra un cálculo que no existe? ¿Cómo desarrollar “la crítica concreta y razonada” que exigen los códigos si los magistrados chantean un número porque se les cantan las reverendas togas? La Corte Suprema cometió el mismo pecado en el juicio de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) contra el Estado nacional. Estipuló el porcentaje a restituir de prepo, sin hacer una cuenta ni explicar su criterio.

La denuncia al Colegio Público contra los abogados de los procesados demuestra la parcialidad de los jueces, por si hiciera falta. Los magistrados provocan a los procesados y sus letrados: chicanean, se burlan de la teoría del “Lawfare”. Durante el juicio uno de ellos hizo uso ostentoso de un mate con el logo del Liverpool, equipo del que forma parte y juega en la quinta del expresidente Mauricio Macri. En fin.

Detalle para observar en lecturas posteriores de la frondosa sentencia. Se aparta manifiestamente de las acusaciones del fiscal Diego Luciani. Costaba apoyarse en ellas, claro.

El oficialismo, reformulamos el inicio de la nota, se expone al veredicto popular en un contexto enturbiado. Los márgenes se estrechan pero la política existe incluso en circunstancias adversas.

El gobierno debería tener decisión e ingenio para mejorarle la vida y los ingresos a la mayoría de los argentinos. La democracia real funciona así, en años electorales los gobiernos activan vínculos con la gente común. Lo bien que hacen, piensa uno. Algunos son más coherentes durante el resto del mandato. Esos son los imprescindibles, diría Bertolt Brecht u otro politólogo.

La gestión oficialista afronta un desafío que no se resuelve con alusiones “a la macro”, con cuentas voluntaristas acerca de los salarios versus la inflación sino con respuestas concretas en lapsos cortos. No gravitarán contabilidades creativas sobre índices de precios y salarios (comunes en la narrativa de la Casa Rosada y zonas de influencia) sino “el índice del changuito” aludido por el sindicalista Hugo Moyano, en sus buenos tiempos.

En materia de estrategia electoral el FdT cuenta con una buena base, a apuntalar: la candidatura del gobernador Axel Kicillof en Buenos Aires. Propios y hostiles suponen que es el aspirante con más votos. El futuro es abierto, impredecible en detalle. Pero su imaginable piso electoral construye una plataforma valiosa para el acumulado nacional. La candidatura presidencial sigue sin definirse, la provincial es cierta y deseable. Tendría que primar el sentido de auto preservación, poco desarrollado en el FdT. Sostener a Axel, no trabarle la gestión ni el manejo de la campaña. Todo lo bien que le vaya empujará para arriba. No es poco. El FDT no contó con dicho envión en 2015. Juntos por el Cambio (JpC) no lo tuvo en 2019.

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Mensajes desde Río Negro: Cristina recibió de buen grado el doctorado honoris causa, adecuó su discurso a la circunstancia. Lo pasó bien, sonreía ante los halagos del rector de la Universidad Nacional de Río Negro, saludaba a los asistentes. Su elocuencia es incomparable con la del resto de los dirigentes en actividad. Por recursos expositivos, por sostener el hilo, por manejar registros variados. Hace uso de la palabra, se hace escuchar. La contingencia añade suspenso a las presentaciones, numerosas audiencias la siguen por otros (numerosos) motivos. Complicado sintetizar una hora pletórica de contenido no exenta de “avisos” para la interna. Van apenas un par de ejes.

La necesidad de renegociar con el Fondo Monetario Internacional (FMI), una idea para debatir.

El compromiso de seguir participando en política desde el lugar que le ocupe, convite a dejar de lado los personalismos.

El tramo referido a “hegemonía y consenso”, anunciado en la invitación, tiene su miga. Académicos versados (opositores en general) critican a la expositora por falta de rigor técnico. No se apegaría a los textos de Gramsci, no se ajustaría siquiera a los de Ernesto Laclau o Chantal Mouffe. No es lo esencial, opina este lector gánico de dichos textos. La diplomada recoge el concepto, lo adecua a su momento y a los auditorios: es una dirigente política que conoce el paño. Diseña una definición de hegemonía, la describe: un proyecto político que construye sentido común y poder. Cimentado en las urnas y votando en el Congreso. Hasta las retenciones móviles cuando no era obligatorio, añadamos. Hegemonía que ha cesado y debe dar paso a consensos básicos. Hagamos link con las advertencias sobre el peligro de la fragmentación política. Los consejos podrían valer tanto para las relaciones con el adversario opositor como para la dañina interna a cielo abierto. CFK llamó a la tolerancia, sin bajar la guardia pero alertando sobre el futuro.

La interna se sostiene y la dirigencia kirchnerista aspira a que el presidente Alberto Fernández desista  cuanto antes de su potencial candidatura. El mandatario aduce que lo haría si es necesario o funcional pero no les basta. La indefinición de la candidatura de Cristina, el limbo actual y sus sucesivas apariciones imantan la atención, fuerzan comparaciones con otras figuras.. el desenlace queda en el aire.

En el documento firmado luego de la “mesaza” peronista en el local del PJ se pactó por unanimidad designar una comisión para pedirle a Cristina que desistiera de su promesa de no ser candidata. Dejar en pausa ese compromiso armoniza con los planes del kirchnerismo: armar, paso a paso, una “masa crítica” de apoyo a Cristina, avanzar en medio de la indefinición. Si Cristina revisa la decisión cuesta imaginar que alguien se anime a enfrentarla en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). Cuesta más, todavía, prever algo diferente a una goleada. De cualquier modo, Cristina mantiene el suspenso y por ahora el anuncio que sorprendió a todos y todas.

En Viedma se ingenió para mechar señales o mensajes, a su manera. Las menciones a dirigentes, algunos con nombre y apellido, destacados. Otros, solo identificados por señas personales. Entre los elogiados, el jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta por reconocer que el cepo no podrá levantarse en un santiamén, Y que si en 2015 se pudo es porque había reservas suficientes en el Banco Central (“hola, hola” se entretuvo Cristina auto señalándose). El ex vicepresidente Carlos “Chacho” Alvarez por haber denunciado las coimas en el Senado cuando se votó la reforma laboral impulsada por el entonces presidente Fernando de Rúa.

El ex ministro Martín Guzmán y el presidente del Banco Central Miguel Pesce fueron cuestionados sin recordar sus apelativos.

El ministro del Interior Eduardo “Wado” de Pedro. atacado por intransigente fuego amigo en la semana, fue el primero designado con nombre, apodo y apellido. A favor.

Al ministro de Economía Massa, lo llamó “Sergio”. De manera amable y a favor.

Alberto Fernández se valió de igual vocativo y similar intención el primero de marzo en la Asamblea Legislativa. El Superministro se sentó apartado de sus “colegas” del Gabinete, se adujo una excusa quizá protocolar o macaneadora. SM es el máximo común denominador en la encrespada interna del FdT.

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Massa flota: Massa desembarcó en el Gabinete en medio de una crisis económica, financiera y de gobernabilidad. Consiguió congregar un equipo que le responde, trabaja (y ostenta que trabaja) 7×24, conoce al Estado. Es master en relaciones públicas, graduado en la Universidad del Ágora. Alivió tensiones, se estableció como interlocutor. A poco andar se difundió una hipótesis: calificaría para presidenciable si mejorara “la economía”. “Sergio” la negó, lo suficiente para no parecer ambicioso en exceso (uno de sus talones de Aquiles) aunque dejó una puertita abierta. Cuenta con amplia repercusión en los medios. Con enorme nivel de aceptación transversal, para los parámetros ásperos de la etapa.

La “macro” le responde, explican en su torno y en el de Alberto Fernández. La inflación, el primer talón de Aquiles. Durante un par de meses la cargó en mochila de Guzmán. Luego supuso que la estaba domando. Incurrió en un error impropio para su destreza: cuantificó metas cercanas, en un ítem que la gente de pie sopesa y mide hasta por su cuenta. Falló, lejos. Es factible que el aumento de precios al consumidor acumulado del primer trimestre ronde el 20 por ciento y ni por asomo el índice de abril empezará con 3 o 4.

El panorama económico de David Cufré publicado este sábado agrega otras dificultades. La sequía, tercera plaga que azota a la Argentina durante el mandato de Fernández adicionándose a la pandemia y a la guerra. Como consecuencia, la perspectiva de recesión que olfatea el equipo económico sobre la que alertó Cristina el viernes. Peligra el pronóstico de Alberto Fernández de tres años seguidos de crecimiento. Ojalá se cumpla.

Nada puede saberse ahora sobre la onda expansiva de la quiebra del Sillicon Valley Bank. No huele a buena nueva para el sistema financiero internacional. Una crisis financiera mundial, ay, es un acontecimiento factible en cualquier cuatrienio; más que la peste o una guerra en Europa.

Contra viento y marea Massa sostiene avales internos pero urge que su accionar (el del gobierno) impacte visiblemente en la víscera más sensible de los laburantes. El diagnóstico y los reclamos que insinuó Cristina dependen de cambios drásticos en políticas públicas.

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Luche y vuelve…
 La consigna que se pintó en las paredes medio siglo atrás es retomada, reversionada. El excepcional libro “Conocer a Perón. Destierro y regreso” de Juan Manuel Abal Medina ayuda a repasar ese período. Formidable su memoria, creíbles a carta cabal los recuerdos. Impresiona evocar el jubiloso 11 de marzo de 1973:  una epifanía, un tramo glorioso de una larga marcha. Tanto como advertir lo que sucedió pocos meses después: Ezeiza el 20 de junio, renuncia del presidente Héctor Cámpora en julio, asesinato de José Ignacio Rucci en septiembre. Ese mismo mes golpe de Estado en Chile. Muerte del tres veces presidente Juan Domingo Perón en julio de 1974. Lo de Chile estaba cocinándose. La muerte de Perón era factible, «se negaba » colectivamente. Abal Medina y el propio General la analizaban como un peligro cercano, casi cierto si volvía a la patria.

Retoquemos un apotegma clásico. Ezeiza, Cámpora, Rucci, Isabel Martínez presidenta… lo real era posible porque pasó. No eran porvenires ineluctables pero acechaban. Confesión de este periodista: el repaso del pasado incita a pensar qué no estamos viendo acá y ahora, qué tortugas se escapan, qué elefantes nos rodean siendo invisibles a demasiados ojos.

De nuevo, la vida instiga a moverse, a tratar de reformar, de ampliar los márgenes, de sumar, de cambiar. En el camino, en la acción colectiva a menudo se entiende mejor lo que llamamos realidad. Fortificar a Axel, resolver la interna sin ahondar rencores ni ayudar al rival. Ni confiar en que sus goles en contra bastarán para ganarle.

Gobernar atendiendo a los ciudadanos -votantes. Combinar el famoso pesimismo de la inteligencia con el optimismo de la voluntad que está menos de moda ahora. ¿No lo dijo Gramsci, en una de esas?

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