El licenciado ministro de Seguridad porteño, Marcelo D’Alessandro, renunció finalmente a su cargo. Lo hizo tras meses de negar la veracidad de los chats en los que aparecía en un viaje con jueces y directivos de un holding mediático a Lago Escondido, sumados a otros chats donde tenía relaciones non sanctas con proveedores de la Ciudad de Buenos Aires y hasta algunos donde les facilitaba vehículos oficiales a jueces federales. Si bien en los papeles, D’Alessandro renunció por su propia voluntad, se hizo evidente la necesidad de Horacio Rodríguez Larreta de soltar lastre para la campaña. El jefe de Gobierno lo despidió (en todo sentido) con una salva de elogios. Lo reemplazará con Eugenio Burzaco, un viejo enemigo de Patricia Bullrich.
Cuando la difusión de chats lo acorraló a D’Alessandro, el ministro -exhortado por la mesa chica de Larreta- salió a dar explicaciones: dijo que el contenido era falso, pero que provenía de un hackeo de su celular y, por lo tanto, su difusión era ilegal. Nunca se supo si advertía el contrasentido de afirmar ambas cosas. Larreta lo defendió cuanto pudo (lo confirmó tres veces en el cargo), pero finalmente optó por una opción intermedia entre quienes lo acicateaban para que lo echara y quienes exigían que lo bancara: le dio tres meses de licencia. Se vencía el 6 de abril, pero no llegó ni a cumplir ese tiempo.
Cómo fue la despedida de D’Alessandro
Dos semanas antes de que se venciera el plazo, D’Alessandro dio a conocer una carta (por suerte, no un chat) en la que afirma que no volverá a la gestión porteña: “Hoy, después de siete años de trabajo, gestión y sacrificio, le comuniqué al Jefe de Gobierno mi decisión de dar un paso al costado para convertirme en querellante de la causa que investiga la operación ilegal de inteligencia en mi contra”, aseguró el ahora exministro, que insiste en presentarse como acusador y no como imputado por una serie de presuntos delitos que se desprenden de las filtraciones.
Si se sigue la lógica del comunicado, no se explica por qué ser ministro es incompatible con ser querellante de los presuntos hackers. Cientos de funcionarios a lo largo de la historia han presentando denuncias penales sin renunciar a sus cargos. Es más: si conocen un delito, están obligados a hacer la denuncia. Además, D’Alessandro dijo enigmático: “Sobre el hackeo, ya tenemos los responsables. Ahora vamos a encontrar al que lo ideó, financió y ordenó. Todos y cada uno de ellos van a tener que dar explicaciones ante la Justicia. Los argentinos merecemos saber la verdad. Esto no va a quedar impune”.
La campaña de Rodríguez Larreta
La única explicación es la necesidad de Larreta de no cargar con el peso muerto de la causa de los chats (los que salieron y los que podrían darse a conocer) durante una campaña que promete ser cabeza a cabeza con otros candidatos y candidatas de Juntos por el Cambio.
Larreta se despidió con estilo de su ministro de Seguridad: lo llenó de elogios y reconocimientos mientras lo acompañaba hacia la puerta de salida. Aseguró que está seguro de que es inocente, lo cual no se condice con su salida del cargo. “La operación de inteligencia ilegal que viene soportando en su contra le consume tiempo y energía para defenderse», justificó su salida el jefe de Gobierno.
«Por eso, decidió dar un paso al costado para abocarse de lleno a dar esa pelea y a proteger a su familia”, aseguró el mandatario, sin detallar cuál sería el peligro sobre su familia. Además, como para no dejarlo en Pampa y la vía, remarcó que D’Alessandro ocupará un lugar (difuso) en sus equipos técnicos para desarrollar un plan nacional de seguridad para su eventual presidencia.
Todavía no está claro cómo impactará esta decisión del jefe de Gobierno en su relación con Elisa Carrio, quien fue una de las más férreas defensoras de que D’Alessandro no abandonara el cargo. En su momento, la líder de la Coalición Cívica dijo que «no sostener a funcionarios acosados por las mismas mafias que asesinaron a Nisman, con escuchas falsas e ilegales no habla muy bien del gobernante que no sostiene al funcionario». Carrió incluso contó que lo llamó a Larreta para presionarlo. Luego dio un giro de 180 grados y dijo: «Acompaño la decisión de Larreta (de pedirle una licencia). Hay que redoblarle la apuesta a las mafias ilegales. No podemos ser víctimas del espionaje ilegal».
¿Qué pasó en el medio? Según dicen en el PRO, Carrió se había garantizado no tanto que D’Alessandro no se fuera, sino que no fuera reemplazado por Cristian Ritondo, a quien la líder de la Coalición Cívica tiene vetado hace años para que asuma como jefe del interbloque de Juntos por el Cambio en Diputados. Lo cierto es que hasta el cierre de esta edición, Carrió no había dicho nada sobre la renuncia definitiva de D’Alessandro. Ahora bien, habrá que ver cómo le cae a Carrió el reemplazante…
Burzaco que llega
Burzaco es un dirigente de vieja data del PRO. Fue funcionario con Mauricio Macri en el ministerio de Seguridad conducido por Patricia Bullrich. No obstante, su relación con la actual presidenta del PRO nunca fue del todo buena. De hecho, Bullrich creó otra secretaría casi con el mismo nombre que la que tenía Burzaco para colocar allí al segundo de ella. ¿Quién era? El ahora caído en desgracia Gerardo Milman.
Burzaco hace tiempo que tiene una buena relación con Larreta, quien lo respaldó si termina postulándose a intendente de Bariloche. En el sur tiene experiencia asesorando: fue, por ejemplo, asesor del entonces gobernador Jorge Sobisch cuando fue el asesinato del maestro Carlos Fuentealba. Macri en ese momento intentó desligarse de la alianza que perfilaba con Sobisch, lo que llevó al dirigente Claudio Lozano a decir: «No los une el amor sino Burzaco».
Fue cuando Macri todavía no era ni jefe de Gobierno. En su gestión porteña, Macri lo llevó a Burzaco como el primer jefe civil de la Policía metropolitana, luego del escándalo de las escuchas ilegales con Jorge «Fino» Palacios. Durante su mandato fueron los asesinatos de migrantes en el Parque Indoamericano.