«¿Ninguno se llama Bruno, cierto?», fue la primera pregunta, apenas se abrió la puerta y Yaná, una perra negra y alegre, y Champí, su inquieto amigo manchado, abalanzaron su curiosidad olfativa sobre la visita, fotógrafa y cronista de Página/12. La ironía, casi obligada, se ancla en el hecho más tortuoso que atravesó la vida de Marcos Bazán, libre ahora para respirar con total libertad: Bruno -«el Messi de los perros», según se esmeró en difundir la exgobernadora bonaerense María Eugenia Vidal-, su olfato o, mejor dicho, la versión personalizada de su olfato según su adiestrador, Diego Tula, fue el dedo direccionado con que marcaron al joven «hippie» de la Reserva de Santa Catalina, en Lomas de Zamora, para resolver como fuera el femicidio de Anahí Benítez antes de que a Vidal le estallaran los reclamos de justicia en medio de las PASO, en agosto de 2017.
Ese dedo direccionado le representó a Marcos 5 años y dos meses de encierro tras las rejas, y siete meses y diez días más de control judicial sobre su persona hasta que el segundo juicio confirmó que es inocente. Durante este segundo juicio fue que se enteró de la participación decisiva de Vidal en su detención y desde entonces la considera «cómplice» de su sufrimiento y asegura que lo puso «muy mal saber que una gobernadora se mete con la justicia».
Es viernes 19 de mayo, pasadas las 15.30. Todavía conjuga los verbos mezclando el pasado con el presente. Todavía, es decir demasiado. Marcos lleva apenas tres días y tres horas respirando aire fresco desde que el TOC 7 de Lomas de Zamora lo absolvió de toda responsabilidad en el femicidio de Anahí Benítez. Ya no vive en la casucha de la Reserva. Tiene 40 años, mirada fija, muy amable, está más delgado según insistió en recordarlo varias veces durante la entrevista comparado con el «Gordo Lomas, como me conocían en la Unidad 9», cuando ya había superado los pabellones húmedos de la oscura y vieja cárcel de Olmos.
-Todos ahí (en Olmos), desde que se levantan temprano, se instalan a mirar la tele y todos los canales pasaban la misma historia, y esa historia era yo, dormía con ellos, me conocían de esas historias que inventaban, estaba escrachado. Antes de llegar a Olmos, ya me decían andá preparándote, sabés lo que te espera después en un penal.
-¿Preparándote a qué, cómo?
-Prepararme con una punta, con algo, y después cuando entrás al penal ves que te miran mal, ya sabían quién soy porque los medios se ocuparon de escracharme, cada día que pasaba los pibes se levantan temprano, prenden la televisión y lo primero que ven es noticias y el que aparecía en las noticias era Marcos Bazán y yo estaba durmiendo con ellos. Por eso tenía que estar con una punta.
-¿Quién te dio esa punta, cómo la conseguiste?
-Era un cepillo de dientes, yo me la rebusco haciendo cosas, lo afilé en la punta.
Las amenazas y los riesgos eran tantos que sus amigas y amigos, muy atemorizados, convencieron a su abogada de pedir que lo cambiaran de unidad. Así fue como llegó a la U9, en La Plata, cárcel de evangelistas, donde su situación se distendió un poco. Lo suficiente como para que de «violador y femicida» pasara a ser el Gordo Lomas y ya poder escuchar de presos y carceleros, algo más aliviado, que «sos un perejil, vas a salir, tené paciencia».
-¿Cómo fue el proceso de reconocerte en una cárcel?
-Desde el primer día traté de alejarme de lo que pasó. Y me hizo acordar a peliculas que había visto. (Los protagonistas) estaban en la casa tranquilos y de repente los llevan presos porque estaban ahí. Los primeros días estaba tranquilo, una parte de mí, porque decía que ‘me tiran cinco días, quince días’, yo estaba tranquilo que de ahí me iba. Pero bueno, ya pasaban 10 días y yo empezaba a decir que me tienen que liberar, ya no aguantaba más.
Durante el recorrido, la película que lo tuvo como protagonista, encerrado en celdas de la DDI, o de la Alcaidía de Lomas de Zamora, y después Olmos hasta llegar a la U9, Marcos pensaba «por qué a mí, y me respondía a mí mismo: porque vivía solo en el bosque, porque vivía en una casilla, porque estaba con un aspecto muy desprolijo y era ideal para meterme en cana».
-Debe ser desesperante saberse inocente y descubrir que te están llevando al encierro.
-Al principio no creí que iba a estar, pero después me decía nunca más salgo de acá adentro. Yo ya sabía, estaba en la alcaidía y ya decía me van a mandar a un penal. ‘No no te van a mandar’, me decia mi mamá. Y me mandaron a un penal. De máxima seguridad encima. ¿Por qué máxima seguridad si no había hecho nada? -se pregunta y él mismo se responde- Máxima seguridad es para los que matan gente, para gente gruesa.
-¿Qué pensabas de todo ese proceso en el que te sentías condenado de antemano?
-Me pasaba pensando todos los días los nombres de los que me metieron preso, me repetía los nombres de Tula, repetía los nombres de las fiscales, (Verónica) Pérez, (Fabiola) Juanatey, durante mucho tiempo repetía sus nombres. Hasta el día de hoy que estoy con muchísima bronca hacia esas personas, todos me querían meter en cana, todos me trataban mal.
-¿Pensabas el nombre de la exgobernadora Vidal?
-De su participación me enteré en el segundo juicio. Antes no. Cuando me enteré en el juicio dije ‘listo, acá está la cuestión». Ella fue tan cómplice y es más por ella que se hizo todo mal y atropellado… Tal vez no le importaba nada más que su posición política, y me puso muy mal saber que una gobernadora se meta en la justicia, y manda a sus subordinados para hacer desastre.
Desde el 6 de agosto de 2017 hasta el 6 de octubre de 2022, Marcos estuvo encerrado. Cinco años y dos meses recorriendo como inocente todas las peripecias que tampoco deberían recorrer los condenados. Las amenazas de muerte, la grasa en el plato, la salud en el inodoro desbordado, la pena de las visitas.
-En la Alcaidía había visitas los miércoles, solamente iba mi mamá, solamente familiar directo (después Florencia, pareja de Marcos, llegó a tramitar el concubinato, para pasar directo). En el penal, en Olmos, estaba en el pabellón 5, reviejo, tiene unos barrotes gruesísimos, están todos doblados, está quebrada la cárcel, se cae a pedazos. Ahí las visitas son los miércoles, los sábados y los domingos.
-¿Cómo se espera las visitas?
-Una ansiedad terrible, una parte muy triste que es pensar que mi mamá venía con bolsas pesadas con comida desde lejos, y después la maltrataban y le sacaban las bolsas que terminaban en manos de los penitenciarios y de algunos presos.
-¿Te llevaron en camiones de traslado de presos?
-Sí, es un camión grande, largo, con chapa galvanizada con butacas que tenés que ir así todo el viaje -dice y, sentado, une sus muñecas y estira los brazos hacia el suelo, indicando que iba sentado y esposado a un gancho en el piso-. Eran días de calor, había gente desmayada ahí adentro, todos abarrotados, mojados, con las puertas cerradas, mucho calor, mucho olor a orín, fuman pucho, había más de 70 grados. Ahí se muere gente. Hay presos que viajan tres días, no van al baño, no les dan de comer. Un pibe que tenía al lado me dice ‘vengo de Mar del Plata y no tengo nada para comer’.
El 6 de octubre de 2022, finalmente, el TOC 7 debió aceptar la orden de excarcelación dispuesta por Casación y Marcos quedó fuera de la prisión, con la obligación de presentarse regularmente en el Tribunal a constatar su presencia, hasta que del segundo juicio salió libre de toda responsabilidad.
-¿Cómo fue cruzar la puerta del penal el 6 de octubre?
-Caminaba y pensaba ‘me está pasando de verdad, me dieron la perpetua y ahora estoy saliendo a la calle’, ¡estaba feliz! Me costó aclimatarme a la libertad, me dio muchísimo miedo a salir, miedo a que se termine, a que me pueda despertar, me sentía vigilado, las cámaras, el domo, el celular, una paranoia terrible. Me mareaba, todavía me mareo, me siento encerrado, me da calor. También las luces y los ruidos me molestan. El día que salí libre, salí caminando, las luces, cuando llegué a Escalada (una plaza que está sobre Hipólito Yrigoyen, en Lomas de Zamora, donde por idea de Marcos se reunieron a festejar) las luces, pensé que era Japón, era la ciudad luz, fue muy fuerte, y eso que fue mi idea. Los ruidos también, un grito fuerte ya me perturba. Cuando terminó el juicio les dije a mis amigos, por favor, sea cual sea el resultado, no hagan nada. El grito cuando se fueron los jueces, fue maravilloso, incómodo, pero maravilloso.
Marcos ahora está rodeado, como lo estuvo durante su prisión, por Flor, su pareja y un grupo de amigas y amigos que fueron y son todo su apoyo. Entre todos se repartieron los 34 cuerpos que tuvo la causa para analizarla minuciosamente, para poder señalar datos utilizables en su defensa. Ese abrazo grupal lo sostiene y lo acompaña. Ahora, Marcos está animándose, de a poco, a participar en concentraciones y protestas. Estuvo en La Plata en contra del gatillo fácil. Este sábado en Martín Coronado por Diego Cagliero.
-¿Y ahora? ¿Qué hacés con todo esto?
-Muchas madres me dijeron ‘lo que te pasó a vos me da fuerza’, y me siento maravilloso, me agarra un nudo en la garganta, porque lo que me pasó a mí es por lo que hicieron ellos (las amigas y amigos), mis abogados. Yo fui un preso que salió gracias a ellos, y que una madre me diga eso de que le doy fuerza es muy fuerte.