La noticia fría y dura es que la Selección Argentina de básquetbol se quedó afuera del Preolímpico y se despidió así de la única chance que le quedaba para intentar llegar a los Juegos de París 2024. La derrota con Bahamas 82-75 decretó una realidad incontrastable: por primera vez desde el ciclo 1982-1984, el equipo albiceleste no consiguió el boleto al Mundial ni a los Juegos Olímpicos. Después de dos décadas en la élite, el básquet argentino retrocedió al escalón en el que se encontraba antes de la Generación Dorada o incluso algún peldaño más.

A la hora del balance, una serie de factores se conjugaron para la frustración deportiva, desde aspectos dirigenciales hasta ausencias de jugadores importantes, como Nicolás Laprovittola, Leandro Bolmaro, Marcos Delía o Juan Pablo Vaulet. Con el aporte y la experiencia de ellos, tal vez otra sería la historia.

Sin embargo, las bajas de esos piezas claves y la idea de modernizar el estilo de juego por parte del entrenador Pablo Prigioni aceleraron el desarrollo del recambio, que con el resultado final y la falta de objetivos grandes hasta la previa del Mundial 2027 se potenciará en los próximos tiempos. Y tal vez en ese aspecto se pueda encontrar lo más positivo de un proceso que inevitablemente cargará con las cruces de dos eliminaciones muy dolorosas.

«Era fácil venir a la Selección cuando había seis o siete jugadores en la NBA, cuando eras una potencia. Ahora no es esa la situación», sintetizó Prigioni, en una mezcla de pase de factura para los ausentes y realismo ante el presente del básquet nacional. «Nuestra realidad es esta, sin jugadores en la NBA, con buenos jugadores en Europa. Tenemos que centrarnos en eso, en esa transformación, del crecimiento de los jóvenes, enfocarnos en que mejoren, en los que vienen incluso más abajo», completó su análisis el entrenador.

Los nombres de los jóvenes Juan Fernández, 20 años y 2,10 metros, y Francisco Cáffaro, 23 años y 2,16 metros, encabezan la nómina de jugadores con presente, pero sobre todo con futuro. Ante un pivot NBA consagrado como DeAndre Ayton, los dos mostraron estar a la altura y exhibieron credenciales para convertirse en piezas importantes para la reconstrucción que tendrá que llevarse a cabo en los dos próximos años. Atrás se encolumnan Gonzalo Bressán, 21 años y 2,07 metros, y Tomás Chapero, 22 años y 2,08 metros, con menos participación pero con buenas referencias de cara al a lo que se viene. A ellos se les tendrán que ir sumando los integrantes del U19 que finalizó quinto en el Mundial, con nombres de Lee Aaliya Dylan Bordón, Santiago Trouet o Lucas Giovanetti como más destacados de la camada.

Por presente, compromiso y liderazgo, es inevitable pensar en que Facundo Campazzo y Gabriel Deck comandarán a esos jóvenes para transmitir el legado de la GD. Pero quedará por definir si el comandante del proceso seguirá siendo Prigioni. «Me gustaría seguir, pero falta mucho tiempo. Yo tengo temporada en la NBA, mi equipo actual me deja ejercer en los dos trabajos, pero no sé si dentro de un año o dos voy a seguir en el mismo equipo, no sé si el equipo siguiente me dejará o no me dejará», explicó el entrenador, que tiene sobre su espalda los dos peores resultados en cuatro décadas, pero fue el que se animó a comenzar el inevitable recambio.

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