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El drama social en primera persona


Lorena pertenece al Centro Cultural Recreativo y Biblioteca Evita, ubicado en el barrio  Zavaleta, en la ciudad de Buenos Aires. Cocina casi todos los días para cientos de sus vecinos. Al comedor «se acerca cada vez más gente», le contó a Página/12, pero el Gobierno igualmente les recortó el envío de alimentos desde principios de este año, asi que se las arregla como puede. “Desde que asumió Milei viene más gente, y la cantidad de raciones es cada vez menor», describió. “Son muchas las cosas que cambiaron, y para peor, no para mejor”, se lamentó. Testimonios con el de ella, recogidos por este diario, se repiten en otros varrios del conurbano bonaerense y en el interior del país. 

El flagelo de la pobreza azota a la mayoría de la población argentina. Este miércoles el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) dio a conocer la cifra de 52,9% de pobreza en el primer semestre de 2024, la más alta de los últimos 20 años, mientras que la indigencia alcanzó el 18,1%. El ajuste “más grande de la historia”, como gusta describirlo el propio presidente Javier Milei, está erosionando el tejido social a niveles inéditos con el desplome de los ingresos populares, el aumento de la desocupación, el recorte de la cobertura en medicamentos y la suspensión de la entrega de mercadería a comedores y merenderos de todo el país. “Nos han cortado los alimentos y nos han dejado sin poder ayudar al que más necesita”, dijo a este diario María, trabajadora de un comedor en el Conurbano bonaerense.

La publicación del Indec supone un duro golpe para la narrativa del gobierno ultraderechista de Javier Milei. Está en sintonía con los datos difundidos por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA), que señaló un 54,9% de pobreza y un 20,3% de indigencia para los primeros seis meses de 2024. No hay rebote ni mejora ni nada parecido a lo que Milei y su ministro de Economía, Luis Caputo, recientemente han querido instalar. El aumento de la pobreza, la indigencia y la desocupación es la realidad que atraviesa la población tanto en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) como en el resto de las provincias argentinas.

La pobreza en el AMBA

Desde la Zavaleta, Lorena agradece la posibilidad de poder “expresar lo que está en silencio, porque nadie nos escucha, por más que hagamos la fila del hambre como la que hicimos, o hagamos movilizaciones, al contrario, nos reprimen y nos dejan de enviar los alimentos”. “Somos los malos de la película nosotros”, agregó irónicamente. “Tenemos más gente desde que asumió el gobierno de Milei, no nos está llegando la mercadería que antes Nación nos daba, y de Ciudad tenemos una cantidad de raciones fija que no aumenta por más que venga más gente”, describió.

En el Conurbano bonaerense también se sufren las consecuencias del brutal ajuste que lleva adelante el gobierno de La Libertad Avanza. “El índice de pobreza que tenemos en este momento no me asombra por los ajustes que está haciendo este Gobierno”, dijo a este diario María, que trabaja en el comedor Sueño Cumplido de Longchamps, en el municipio de Almirante Brown. “Están cerrando fábricas, y cada día son menos los comedores populares que funcionan ya que nos han cortado los alimentos y nos han dejado sin poder ayudar al que más necesita”, sostuvo y añadió que intentan cubrir la demanda “con lo poco que nos llega de Provincia y alguna que otra cosa que nos da el municipio”.

La situación en el Chaco

Lejos del AMBA, en la provincia de Chaco, la situación social de la mayoría de la población es igualmente grave. Página/12 dialogó con Claudia, que integra una red de comedores y merenderos ubicados en barrios de Resistencia y de la ciudad de Puerto Vilelas, ubicada a diez kilómetros de la capital provincial. “Los alimentos de Nación no están llegando. Algunos vecinos nos donan mercadería no perecedera y nosotros desde nuestro lugar vamos a buscar a comercios para que nos ayuden, y así vamos juntando para los comedores y merenderos”, afirmó. “Antes teníamos cubierta toda la semana, hoy si hacemos dos veces a la semana es mucho. A veces no nos alcanza el dinero ni para comprar un kilo de azúcar”, lamentó Claudia y mencionó el caso del merendero del barrio Familias Unidas, en Resistencia, que “funcionaba toda la semana, y que desde principio de año ya no podemos cubrir, así que lo redujimos a dos o tres veces por semana”. 

La intendenta de Moreno, Mariel Fernández, dijo a este diario que la cifra publicada por el Indec «expresa lo que vemos en la calle todos los días». El aumento de la pobreza y la indigencia se observa tanto en «las filas en comedores y ollas populares, principalmente de adultos mayores», como en la inaccesibilidad de los medicamentos para buena parte de la población, que Fernández calificó de «desesperante». «Una prótesis puede salir 40 millones de pesos», alertó. «Las necesidades son inabordables aunque pongamos toda la voluntad, y el Estado nacional no existe, salvo para hostigarnos con la recaudación municipal«, sostuvo la intendenta.

«No existe la libertad cuando no hay nada sobre la mesa«, afirmó en sus redes sociales Nacho Levy, referente de La Garganta Poderosa, luego de la publicación del índice del Indec. Según los datos del Observatorio Villero de La Poderosa, en base a un relevamiento de ingresos de los barrios populares realizado en junio, ya en aquel entonces el 87,6% de los hogares se encontraba bajo la línea de pobreza, y 6 de cada 10 hogares estaban en la indigencia.

Informe: Juan Pablo Pucciarelli

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