El gobierno libertario dio inicio a una nueva etapa en el Congreso tras el blindaje del veto al financiamiento universitario. Javier Milei confirmó que, al final, no necesitaba ampliar ni consensuar para afianzar su control sobre el Parlamento, sino que podía hacerlo lo más bien sentándose sobre un tercio intenso, compuesto por el PRO, radicales que quieren aparecer en listas de La Libertad Avanza y un conjunto de gobernadores que necesitan financiamiento. «Construir mayorías quedó en el pasado», insisten en el oficialismo, satisfechos frente a un triunfo pírrico que tiene hasta los más aliados de los aliados repitiendo el discurso de Miguel Ángel Pichetto que dice, con diferentes variantes, «ganaron perdiendo». Y es que allí donde el gobierno exhibe entusiasmo, sus aliados muestran malhumor: el tercio del que se vanagloria el gobierno es frágil, generó un enorme costo personal para varios y no hay recinto que se sostenga, advierten, a base de batallas culturales.

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«Acá tienen el veto, ahora arréglense solos», mascullaba un dirigente macrista que había resultado clave en el triunfo oficialista, minutos después de la votación del miércoles. El PRO había cumplido un rol crucial en el blindaje al veto. Le había garantizado, por un lado, 35 de los 85 votos que sostuvieron el veto. No había sido fácil: Cristian Ritondo y Alejandro Finocchiaro tuvieron que trabajar para convencer a las indecisas, como Silvia Lospennato y Germana Figueroa Casas, hasta horas antes de la votación. «Miren, si no están ustedes no llegamos», les advirtió Ritondo, cuando varias de ellas insistían en abstenerse. Finalmente todas acataron – solo Álvaro González y Héctor Baldassi votaron a favor de la ley -, pero para muchas no fue gratis: la mayoría sufrió escraches al llegar a sus ciudades y municipios.

«Haber acompañado pesa políticamente. Jode al partido y nos jode personalmente a nosotros», confiesa una dirigenta del PRO que advierte, sin embargo, que el partido no tiene otra que acompañar al gobierno libertario. Ella habla de «responsabilidad fiscal», pero en el oficialismo lo llaman, más abiertamente, «acuerdos electorales 2025». «No pueden votarnos en contra, se quedan sin armado para el año que viene. Se convertían en los degenerados fiscales», advierte un dirigente del riñón menemista que conduce la Cámara de Diputados y el armado nacional. 

En el PRO se resisten a este análisis y manifiestan su malestar con la administración libertaria – especialmente con la gestión de Sandra Pettovello -, pero es el mismo malestar que precedió a la decisión de Mauricio Macri de jugar a favor de Milei. Y es que el ex presidente no solo bajó línea para que sus diputados blindaran el veto, sino que intervino con los gobernadores Rogelio Frigerio (Entre Ríos) y Nacho Torres (Chubut) e, incluso, presume haber sido responsable de la ausencia de la cordobesa Alejandra Torres. La diputada de Encuentro Federal era un voto asegurado para la insistencia de la ley que, a último momento y sin aviso previo a su bloque, decidió ausentarse alegando que tenía Covid. Macri, sin embargo, dejó trascender que había cerrado un acuerdo con el esposo de Torres, Osvaldo Giordano, ex titular de la ANSES durante los primeros meses de gobierno libertario. 

«Mauricio juega y ellos siguen a quien juega porque si no están perdidos. Pero no sé cuánto desgaste estén dispuestos a resistir, y menos con lo poco que están dando a cambio», analiza un ex macrista que conoce al PRO hace años. Es la gran incógnita: cuánto más durará el PRO. Sin ellos, Milei puede despedirse del tercio con el que pretende controlar el Congreso. Sin ellos no tiene manera de vetar las leyes opositoras ni de resistir a un juicio político. Y lo del juicio político no es una anécdota: hay un temor paranoico muy fuerte en LLA respecto a que el peronismo intente destituir a Milei.

Los ex aliados

En el radicalismo y Encuentro Federal, mientras tanto, hay nostalgia de los tiempos de la Ley Bases. Las reuniones semanales con los emisarios del Ejecutivo, los semáforos sobre qué artículos podían salir y cuáles no, las modificaciones negociadas, la fantasía de un gobierno de consenso. «Hoy ellos valorizan más la construcción de la propia identidad que la de una mayoría. Y eso nos perjudica porque nos genera tensiones», se lamenta un radical de la línea deloredísta, a quien la dinámica de confrontación del gobierno amenaza con romperle el bloque. 

La UCR cruje. No es la primera vez, el bloque viene doblándose sin romperse hace meses, pero el acompañamiento de Mariano Campero, Luis Picat, Federico Tournier y Martín Arjol al veto de la ley de financiamiento universitario cruzó un límite. Ya no son solo los Manes y los Lousteau los que quieren echar a los cuatro radicales M, sino que ahora son los del «centro» los que quieren sus cabezas. Julios Cobos, Mario Barletta y Atilio Beneditti están furiosos e intentaron maniobrar la semana pasada para echarlos, pero fue imposible reunir al bloque. Volverán a intentarlo el próximo martes y es probable que tengan los votos. «Ya hubo un ultimátum después de jubilaciones. Está claro que van a jugar siempre con el gobierno. Nosotros dimos flexibilidad, pero hay que mantener la idiosincrasia del partido, estas son nuestras banderas», sostiene, irritado, un diputado radical.

La dinámica de la minoría intensa se cobra, así, su primera víctima. Rodrigo de Loredo es quien más sufre, no solo porque sin los cuatro radicales M tambalea el número que lo sostiene en la presidencia del bloque, sino porque observa que se vienen vientos de cambio. La UCR, hasta ahora, ha funcionado como un aliado fiel del gobierno, mucho más que Encuentro Federal. Adentro del bloque hay varios diputados que responden a los gobernadores (o que quieren cerrar listas con LLA) que no quieren enemistarse con el gobierno y, hasta ahora, contaban con una mayoría en la bancada debido al aval de los del «centro». Los dos vetos presidenciales, sin embargo, están cambiando los ánimos dentro del bloque. «Les hemos aprobado muchas cosas y las nuestras las han frenado. Las jubilaciones, las universidades, la reforma sindical. A partir de ahora, el bloque tiene que actuar distinto y lo que la mayoría decide, se respeta», afirma un peso pesado del radicalismo.

En Encuentro Federal, que comanda Miguel Ángel Pichetto, observan este fenómeno casi con sorna. Hace tiempo que perciben que el gobierno comienza a replegarse cada vez más sobre sí mismo, priorizando los acuerdos personales con los gobernadores que necesitan fondos o con los diputados sueltos que necesitan reelegir el año que viene por sobre la construcción de mayorías. «Ellos ya están sentados sobre un tercio sin interés de ampliar y esto, a partir de ahora, va a ser ley-veto-ley-veto-DNU», ironiza un importante integrante de EF. 

Para el pichettismo, sin embargo, la estrategia del gobierno no tiene mucho horizonte. No solo porque tiene que aprobar el Presupuesto 2025, sino porque anticipa que, para varios sectores (el PRO incluido), empieza a ser cada vez menos negocio ir a inmolarse por Milei. Y, por el contrario, empieza a ser cada vez más atractivo configurar mayorías opositoras que impulsen leyes con impacto social para la ciudadanía. «Solo faltaron dos votos el miércoles», insisten, mientras se preparan para encabezar, junto al peronismo, la próxima embestida contra el gobierno nacional: la reforma de la ley de DNU. La oposición quiere quitarle a Milei una de sus principales herramientas de gestión – la posibilidad de legislar vía DNU – y se muestra confiada con conseguir el número. «Le estamos perdiendo miedo a votar con el kirchnerismo», confiesa un dirigente pichettista.

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