Daniel Scioli apura las definiciones, Sergio Massa las retrasa a la espera de mejores resultados en la economía y Cristina Kirchner pone en juego su convocatoria. Los gobernadores y los intendentes bonaerenses saben que pesan y esperan que los melones se acomoden. Los primeros saben que no puede haber una fórmula que provenga de un solo distrito, y los intendentes quieren saber si hay PASO y si tendrán que decidir por un candidato o formarán en todas las listas.
La campaña se separa del cuerpo social y genera un dinámica con prioridades que son ajenas a la mayoría. En una democracia afirmada, esas pautas no irían tan separadas. Tendría que haber una confluencia entre las expectativas de la vida personal y rutinaria de las personas con la disputa de poder que se plantea en las campañas.
Pero en sociedades como la argentina, donde la desigualdad genera expectativas con una profundidad sostenida en la incertidumbre y la angustia, la disputa política parece algo ajeno y lejano. El gran desafío es lograr que las personas relacionen esas disputas con sus propios problemas.
En este estado, donde las expectativas son tan agudas, la derecha logra una conexión con su discurso más intolerante y, en el caso de Javier Milei, con la furia irracional. Esta disposición en amplios sectores de la sociedad dificulta escuchar explicaciones, aclaraciones y razonamientos. El punto de contacto es el hermanamiento con esa necesidad.
Desde un lugar más genuino, Cristina Kirchner logra un nivel de conexión porque transmite una energía fuerte, que ya está comprobada, contra las injusticias. Pero al mismo tiempo, esa característica la distancia de sectores de la clase media más baja, más empobrecida, que es mucho más sensible al discurso de las derechas que los sectores más vulnerados.
Esa clase media baja es enemiga de los planes sociales y los subsidios, porque siente que no la benefician en forma directa y en cambio la igualan con los más pobres. Es una campaña difícil para el oficialismo. Sin embargo, esa misma necesidad es ambigua, por un lado el descreimiento y por el otro, no se atreve a cerrar ninguna puerta.
Ese terreno accidentado es atravesado con una incidencia cada vez más fuerte por una intensa disputa entre Estados Unidos, que se resiste al fin del mundo unipolar que hegemonizó desde la caída del viejo bloque comunista, y el surgimiento pujante de China. Del lugar que ocupe Argentina en ese escenario dependerá gran parte de su suerte.
Juntos por el Cambio plantea un alineamiento incondicional con Washington. El Frente de Todos se acerca más a la posición histórica del peronismo de no alineamiento en un mundo multipolar. No alineamiento no significa no relacionarse, sino por el contrario, tener la libertad de relacionarse con todos según la necesidad y el interés propio.
El alineamiento incondicional con Washington del gobierno de Mauricio Macri provocó el abandono de los organismos de integración regional y el endeudamiento con el FMI. Frente a la intransigencia norteamericana en la negociación de la deuda, Sergio Massa viajó ahora con Máximo Kirchner a China para equilibrar la ecuación.
No es inocente el viaje ni los viajeros. La visita a China aparece como una respuesta a la poca voluntad mostrada por Washington en la negociación con el Fondo. A nivel institucional, la titular de la Reserva Federal, Janet Yelén, dice que aprueba la solicitud argentina para que el Fondo adelante 10 mil millones de dólares. Pero el trámite se atrasa y la excusa de Washington es la negativa del staff técnico del organismo financiero para aprobar ese adelanto.
Desde el kirchnerismo se visualizaba a Massa como el preferido de Estados Unidos, sobre todo a partir de los Wikileaks donde la embajada norteamericana detallaba un diálogo con el tigrense.
La decisión de Massa de viajar a China y concretar acuerdos comerciales y financieros que hace mucho estaban en los papeles, tiene un objetivo económico pero al mismo tiempo es una forma de romper esa imagen que conspira con el marco actual de acuerdos entre el Frente Renovador y el Frente de Todos, y demostrar al kirchnerismo que puede desafiar a la potencia del Norte.
La presencia de Máximo en el tour actúa como testigo. Todos los acuerdos que se habían logrado con China fueron desmantelados por el gobierno macrista. Y los intentos por reflotarlos cuando asumió Alberto Fernández fueron obstaculizados primero por Gustavo Béliz y después por la fuerte presión del gobierno norteamericano.
La rehabilitación de los nuevos acuerdos requerirá trámites a mediano plazo porque tienen que actualizar todo el esquema de costos. Obras tan importantes que frenó el macrismo, como las represas en Santa Cruz, recién estarían en condiciones de comenzar a mediano plazo. En la gira se plantearon cuestiones estratégicas como la licitación del segundo tramo del gasoducto Néstor Kirchner y la ampliación del swap en yuanes por 5 mil millones, así como la aprobación para que Argentina ingrese en agosto al grupo de los BRICS y a su banco, lo que le dará acceso a un crédito por mil millones de dólares.
El banco podrá salir como garantía en el intercambio comercial con Brasil sin la utilización de dólares. Esta operación se había frustrado por la negativa del Banco Nacional de Desarrollo de Brasil, dirigido por un bolsonarista.
Algunas de estas operaciones buscan disminuir las presiones devaluatorias en el corto plazo y otras que tienen importancia estratégica comenzarán a plasmarse a fines de esta gestión o durante la que le siga. Es obvio que, si el próximo gobierno es del macrismo, este esfuerzo quedará otra vez en la nada.
Una versión asegura que Massa ya le adelantó a Cristina Kirchner que, siendo ministro de Economía, no podría estar en la fórmula presidencial. Y por otro lado, en una fórmula en la que participe Massa no podría ir otro dirigente de la provincia de Buenos Aires. Estos datos avalarían las reuniones de Cristina con la senadora por Santiago del Estero, Claudia Abdala de Zamora, esposa del gobernador de esa provincia, y la hiperactividad de Eduardo «Wado» de Pedro.
La irrupción de una posible candidatura del actual ministro del Interior, uno de los fundadores de la agrupación HIJOS, militante estudiantil en la Facultad de Derecho de la UBA, junto a Mariano Recalde, que se desempeñó varios años como diputado y ahora como ministro y dirigente de La Cámpora, desató de inmediato ataques denigratorios.
Primero lo atacaron por tartamudo y después por hijo de desaparecidos. Esta sociedad no está en condiciones de aceptar un presidente tartamudo, dijeron. Y acusaron a la madre de haber participado en un atentado. Se basan en el libro de un ex funcionario de la SIDE, que a su vez recogió “entrecomillada” la declaración bajo tortura de un prisionero secuestrado. Y aún así, si uno lee esa declaración, en ningún momento dice que la madre de Wado participó en el atentado.
El nivel de bajeza y cinismo de los que iniciaron esta campaña resultó repugnante y sirvió como adelanto de lo que harán si se confirma la candidatura de De Pedro.