Sharima, la elefanta que aún vivía en cautividad en el Zoo de Lujánmurió el sábado, según denunciaron organizaciones de defensa de los animales. Afirman que falleció tras padecer de distintas enfermedades, algunas sin diagnosticar y otras diagnosticadas, pero sin ningún tratamiento que la ayudara a superarlas.

Según trascendió, el animal murió luego de haber caído el viernes a la fosa que rodeaba el recinto que la alojaba, de donde intentaron levantarla con una grúa.

Sharima, al igual que su compañera Arly, que murió en 2005 a los 19 años, habían sido traídas desde el zoológico de Ragunan, en Indonesia.

La noticia fue confirmada a Clarín por la Fundación Franz Weber y Elephants Helpers Argentina. Fuentes de la organización informaron que tuvieron contacto con cuidadores y veterinarios que les confirmaron el fallecimiento.

La elefanta Sharima, en el Zoo de Luján.

La elefanta Sharima, en el Zoo de Luján.

Elephants Helpers Argentina publicó en Facebook un texto relatando lo que ocurrió con el animal:

«Durante meses mantuvimos conversaciones con el Sr. Jorge Semino, el dueño del zoo, pero siempre fueron intermitentes y se hizo muy difícil llegar a un acuerdo que permitiera que pudiéramos ingresar con un veterinario independiente, para que pudiera hacerle estudios, guiado por los especialistas del Santuario de Elefantes Brasil (SEB), y tener un diagnóstico preciso. Ante las dificultades en la comunicación, propusimos distintas opciones para comenzar esta evaluación veterinaria, pero ya era demasiado tarde, Sharima no pudo esperar más los tiempos de sus dueños«.

Clarín intentó hablar con el Zoológico de Lujan pero no obtuvo respuestas. Según la fundación que protege a estos animales, habría «indicios de que alguna de las enfermedades de Sharima era zoonótica (se transmite a humanos)» y exigieron «conocer la necropsia».

Sharima nació en 1995, por lo que murió muy joven, con apenas 25 años de edad, en Way Kambas Elephant Training Center (centro de “entrenamiento” de elefantes destinados a la industria del ocio y del trabajo de la industria de la madera). Fue vendida al Zoo de Ragunan, que la negoció a su vez al Zoo de Luján junto a Arly.

Según denuncian las organizaciones de protección animal, la vida que las esperaba a estos animales en nuestro país «fue un calvario: uso de bullhooks, cadenas, explotadas para que el público las montara para dar paseos y sacarse fotos, alquiladas para fiestas, anuncios publicitarios».

En Facebook, la fundación Elephants Helpers Argentina sostuvo que es «intolerable que la única liberación de esta vida miserable les haya llegado con su muerte. Es intolerable que por años miles y miles de personas hayan sostenido con el pago de sus entradas esta crueldad. Es intolerable que por años este zoo haya sido denunciado y las denuncias se hayan archivado sistemáticamente».

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