Hito: la genética argentina Angus se abre camino en Estados Unidos
Carlos y Martín Fernández nunca imaginaron que ese desayuno en un hotel céntrico de Buenos Aires a mediados del 2019 podría llevar a que la genética de su cabaña La Rubeta pise suelo norteamericano.
Todo comenzó cuando Hernán Baldassarre y el norteamericano Dale Hummel llegaron a la Argentina para recorrer cabañas de punta de la raza Angus. Hummel es, además de criador de cabras, propietario de la cabaña Hummel LiveStock de esa raza bovina, en Illinois. En tanto, Baldasarre es Project Leader del establecimiento.
Cuando llegaron a Lezama, provincia de Buenos Aires, les gustó el rodeo de los Fernández y cuando se retiraban quedaron en encontrarse en un hotel en el centro de la ciudad. Allí charlaron de distintas alternativas de negocios como procesos de capitalización y alianzas genéticas que la cabaña argentina realiza fuera de país como en el Uruguay con Frigorífico Modelo. Pero por esta vez los visitantes les propusieron comprarle 30 embriones para llevarlos al norte.
La travesía no iba a ser fácil porque en Estados Unidos, al no permitir el ingreso de embriones argentinos, debía hacerse vía Canadá donde se implantarían a las vacas receptoras y recién una vez nacidos los terneros enviarlos hasta la cabaña de Hummel.
De los 30 embriones nacieron 10 terneros, de los cuales cuatro, Argentine, Baldassarre, Patagonia y Fitz Roy, con casi un año de vida fueron elegidos por Hummel para participar del «Cattlemen’s Congress Oklahoma 2021», una muestra importante en donde se exponen, compiten y se venden animales. Todos los terneros elegidos eran propios hermanos entre sí, hijos de la vaca Tank, campeona ternera mayor en Palermo 2017 y del toro Serrucho, dos veces Gran Campeón en Palermo en 2017 y 2018.
En la muestra, Hummel decidió vender el 50% de la elección de uno de los cuatro terneros. Larry Coleman de Coleman Ranch, una de las cabañas estadounidenses más importantes, compró a Patagonia en US$180 mil, el precio máximo de toda la exposición.
«Fue un momento histórico para nosotros, algo soñado. Que haya animales con tu genética en Estados Unidos es increíble. Es una puerta que se nos abre a un mundo diferente. Además, registramos en la American Angus Registration animales argentinos que es muy difícil de concretarlo», dijo Carlos Fernández a LA NACION.
«Si bien los animales no compitieron en las juras ya que la American Angus Association tiene si propio programa de Evaluación Genetica, y no da DEP ( Diferencia esperada de progenie ), a animales de otros paises, los terneros se pudieron exponer. A Patagonia lo van a enviar a un centro de reproducción y a partir de unos años se verá a lo largo y ancho de Estados Unidos genética nuestra. Es un orgullo, sobre todo cuando el 70% del semen Angus que se usa en la Argentina proviene de ese país», agregó.
Historia de La Rubeta
El comienzo de la cabaña fue allá por el año 1968, cuando Jorge Fernández, padre de Carlos y Martín y un apasionado por los caballos de carrera y de las Exposiciones Rurales en Palermo, con la ayuda económica de Manuel Adolfo, abuelo de los chicos, compró un campo en la zona de Lezama.
Sin conocimiento de ganadería y casi como un hobby, empezó a comprar todas las cabezas de los remates de pedigree de las cabañas top de ese momento: la Primavera de Bustillo y la Nicolasa de Busquet.
Junto con Jorge, llegó a la cabaña Miguel Machicote como cuidador de los caballos de carrera que había en el campo. Al tiempo fue dejando los pura sangre y aprendiendo de vacas, de hacienda y sobre todo de preparación de animales que van a exposiciones. Hoy, desde hace más de 40 años, Miguel es el cabañero de confianza de los Fernández.
«Mi padre nos inculcó ese amor por el campo y por la genética. Hizo la parte dura. No vendía ninguna hembra que nacía en el campo. Pero eso que para él era un hobby, para nosotros comenzó a tener un tinte comercial y así pudimos ir creciendo», contó.
Con el tiempo, los hermanos empezaron a tomar las riendas de la cabaña y Jorge los seguía de cerca. Empezaron a hacer remates comerciales y de pedigree para esparcir su genética.
«Tuvo la confianza de darnos el timón y soltó la sartén, disfrutando de las competencias en Palermo. Esos diez días que duraba la Exposición Rural se pasaba en las tribunas viendo la jura de punta a punta. Pero sufría cuando nos desprendíamos de las hembras del rodeo. En el primer remate que hicimos quería recomprar las tres hembras buenas que pusimos a venta», relató.
Luego de un tiempo difícil, con 77 años, Jorge falleció el año pasado. «Amaba la cabaña. Hubiese sentido mucho orgullo de lo que lograron sus hijos», concluyó.