La producción y el consumo de carne son parte de la historia,  la cultura y la economía argentina. El negocio es amplio y va desde extensos campos hasta feedlots que encierran a los animales en pocos metros cuadrados para engordarlos en tiempo récord. En ese contexto, otros actores presentaron una idea: producir carne en un laboratorio, una propuesta más sana y menos contaminante.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) indica que para el año 2030 la población mundial estará compuesta por 8.600 millones de personas, y que para el año 2050 el número llegará a 9.800 millones. Habrá menos pensiones  y menos sitios donde ubicarse, pero sobre todo, aumentará la demanda de alimentos.

Argentina se encuentra en una primera fase de la creación de la carne sintética. El laboratorio Craveri lleva adelante el proyecto B.I.F.E (Bioingeniería en la Fabricación de Elaborados), donde explican que se toma una muestra de tejido muscular de la vaca y se aíslan las células satélite, que son las que tienen la capacidad de multiplicarse.  En última instancia, se introducen en un biorreactor que recrea las condiciones de desarrollo de las células.

“El biorreactor es como un tanque de agua que permite que con la agitación, con los nutrientes, con el intercambio gaseoso adecuado, cualquier microorganismo pueda crecer fuera de su hábitat natural”, explica a Perfil la encargada del proyecto B.I.F.E y Licenciada en Ciencias Biológicas, Laura Correa.

Otro de los desarrollos que se llevan a cabo en el país es el de Granja Celular. Una de sus CEO y co-fundadoras, la ingeniera química Sofia Giampaoli, explica a este medio que lo que se trata es de “producir estos productos animales pero sin los animales. Las células son más eficientes que los animales”.

Luego, Giampaoli desarrolla el proceso de producción de la carne cultivada y argumenta que hay cuatro componentes que intervienen: “Las líneas celulares, que son el material de partida; el cultivo celular, que es la alimentación de la célula con nutrientes y las proteínas que se le dan para que puedan crecer in vitro, fuera del animal; los biomateriales, que es donde sembras la célula para que prolifere y los biorreactores”.

Desde B.I.F.E consideran que la producción de cultivo celular de carne disminuiría 96% la utilización de agua, 99% el uso de terreno, 45% el consumo de energía y 96% los gases de efecto invernadero. La mirada basada en la sustentabilidad es uno de los argumentos de la carne sintética.

El problema de la escala

El mercado de carne sintética a nivel mundial todavía está proliferando y el principal problema es la escala del proceso: producir gran cantidad de carne para consumo humano. “Singapur permitió que se venda la carne celular, pero a nivel mundial no se tienen regulaciones para que se comercialice como alimento humano”, grafica Giampaoli.

Sobre Granja Celular, la especialista cuenta que no están produciendo a gran escala pero que en el mercado  para consumo humano aún no está disponible «porque hay un tema de costo y necesitamos superar el desafío de la escala». «Trabajar con células de mamíferos a escala industrial es un desafío en sí mismo”, afirma Giampaoli.

En B.I.F.E, el proceso de escalado lo piensan “de 5 a 10 años”, ya que “las limitaciones son a nivel tecnológico” para poder producir grandes cantidades de carne sintética, explica Laura Correa.

La carne sintética promete aumentar la limpieza medioambiental pero también la configuración de la carne misma, formando un producto 100% sano. “Los productores de carne tradicional alegan que lo que nosotros hacemos no es carne porque la carne está formada por el hueso, la grasa, por el músculo. La carne en sí está formada por múltiples tejidos. Nosotros esos elementos los dejamos de lado y todo lo que producimos lo hacemos para alimentación”, afirma Correa.

Más allá de las diferencias, desde B.I.F.E cuentan que hubo contactos desde el sector de la carne mostrando interés por esta nueva tecnología. “Hemos tenido contactos de empresas argentinas del sector cárnico para innovar y poder ofrecer este producto. Lo que se busca es eso: la convivencia entre ambos y que los consumidores puedan elegir”, concluye Correa.

Gabriel Irungaray

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí