Fin de fiesta con foto grupal. Los invitados se ubican alrededor de Palito Ortega y del matrimonio al que fueron a homenajear y, en lugar de gritar “whisky”, le dedican la reunión «a Página/12 y C5N». Es Cecilia Pando la que hace el chiste, sin siquiera imaginar que el dato mínimo, pero ilustrativo, pinta el clima que se vivió el pasado 3 de febrero en la casa del represor Jorge Olivera, quien cumple detención domiciliaria, condenado a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad. Y que la escena llegará a oídos de este diario. Las filtraciones sobre lo sucedido en la casa de Vicente López de uno de los responsables del plan sistemático de desaparición de personas durante la dictadura en San Juan son una postal de interés público sobre un sector político y social, esperanzado y con sus propias demandas ante el gobierno de Javier Milei.

A Olivera, que no tiene el mismo sentido de la ironía que Pando, se lo escuchó poco esa noche. No habló demasiado pero, tal como dan cuenta los videos que circularon, estuvo exultante durante el show de Palito en el que no faltaron ni clásicos (como “La felicidad”, “Corazón contento”, “Viva la vida”) ni pausas para la reflexión sobre el amor a través de los años. El represor, recordado como uno de los que jugaba al truco para decidir turnos de violación de la modelo francoargentina desaparecida Marie Anne Erize, no es verborrágico. Por algo se ganó el apodo de «El Carnicero de San Juan»: sin mediar palabras tenía la afición de cortar y poner «carne a la parrilla», es decir, personas sobre las mesas de tortura en los centros clandestinos de detención.

La fiesta en la que Olivera y su esposa Marta Ravasi celebraron sus bodas de oro se conoció a través de posteos en Instagram, Twitter y Facebook, algunos de ellos –como también consignó Luciana Bertoia en la nota publicada en este diario– de Cecilia Pando, una de las estrellas de la noche y esposa del mayor Pedro Mercado. La ceremonia de renovación de votos matrimoniales estuvo a cargo del hijo de ambos, Javier Olivera Ravasi, sacerdote de una rama católica marginal, famoso por rezar con un rosario de balas. La pareja se habría acercado al altar con “La diana de gloria” (un tema que en el universo militar se ejecuta como demostración de júbilo) y se habría dispersado, también con notas belicosas, mientras sonaba “The final countdown” de Rocky.

En un discurso sobre el escenario, Javier Olivera Ravasi dijo sentirse orgulloso de que su padre hubiera defendido la patria contra el comunismo terrorista de los 70. Aseguró que toda la vida lo acompañaron y que la condena por delitos de lesa humanidad es una “cruz” que llevan con alegría. “Porque todo lo que la cruz toca lo termina fructificando”: así se habría referido el cura a la historia de su padre, que fue carapintada durante el alfonsinismo y en los 90 se convirtió en abogado, inició causas contra el Estado y participó en la defensa de otros militares como Guillermo Suárez Mason y Emilio Massera, y del criminal de guerra nazi Erich Priebke, radicado en Argentina.

Desde el jardín de esa casa de Vicente López, según pudo saber este diario a través de diversas fuentes, uno de los temas de conversación que más circuló entre las mesas y sobre el escenario habría sido la esperanza en la vice “Victoria” (Villarruel, nombrada con nombre de pila) y las expectativas en que Milei tenga “los huevos” de exigir (¿presionar a la Justicia? ¿dictar un indulto?) la liberación de “todos los presos políticos” que se encuentran, como Jorge (Olivera) “injustamente encarcelados por haber luchado contra el comunismo internacional para salvar a la Argentina del trapo rojo” y de “los montos”.

Marta Ravasi informa

Durante la fiesta, Marta Ravasi se habría referido a un momento bisagra de sus vidas: “cuando empezó el tiempo de los uniformados siendo llevados a las cárceles”. Deslizó también, según pudo saber Página/12, que en el país “los uniformados nunca ganaron lo suficiente, pero no nos quejábamos”. Recordó, con su caniche rodeándola en el escenario, cuando todo “se puso negro” porque empezaron a “detener y a juzgar a los militares que habían combatido a los terros”.

Ravasi, según ha informado el sitio online Data clave, trabajaba en el gabinete de psicología de la Universidad Nacional de San Juan en los primeros años de la dictadura y ya entonces se sospechaba que era informante del Ejército porque, a pocos días del golpe del 76, parte de sus compañeros fueron detenidos e interrogados por militares que demostraron tener datos precisos.

Un porcentaje alto de las invitadas habría tenido sus ojos puestos en cada movimiento dado por “Ceci” (Pando), quien, según relataron algunos asistentes a la fiesta, dio la impresión de ser más protagonista que el matrimonio anfitrión. Fueron varias las esposas de militares que a lo largo de la noche, según dan cuenta fotos y videos que circularon en redes, la fueron rodeando para bailar “Last train to London” o alguna de Leonardo Favio y la buscaron para brindar.

Una de las festejantes de Pando se había quejado de no haber podido asistir con su marido, otro condenado por delitos de lesa humanidad con prisión domiciliaria: “No pudo venir por la cruz que lleva”. Varios invitados hicieron comentarios referidos a la “fe en este nuevo gobierno” en relación con el tema.

De Marchi, a la vista

Gustavo Ramón de Marchi, ex teniente y miembro de la patota del RIM 22 que lideró Olivera, estuvo presente en una de las mesas centrales. De Marchi, que fue otro de los principales responsables de la represión en San Juan, no pasó inadvertido: con su bigote tupido, gafas oscuras en plena noche y rastra de cuero y metal con insignias religiosas y patrias. No podía faltar: son grandes amigos, compartieron torturas y asesinatos y en 2013 se fugaron juntos del Hospital Militar Argerich.

A principios de julio de 2013, tanto Olivera como De Marchi fueron condenados junto a otros 5 militares por delitos de lesa humanidad y llevados al Penal de Chimbas de San Juan. Olivera, que recibió perpetua, era por entonces lo que algunos consideraban “toda una estrella” del terrorismo de Estado (y a juzgar por la convocatoria y el tono de canonización de la fiesta del sábado en su honor, lo sigue siendo). A De Marchi, le dieron 25 años. Apenas tres semanas después de esa condena, ambos fueron trasladados y alojados en el Hospital Militar por problemas de salud. Convenientemente, la esposa de Olivera, Ravasi, trabajaba en la misma institución.

De allí Olivera y De Marchi se escaparon juntos y se convirtieron en los prófugos más buscados de la Argentina. Se ofreció una recompensa de 2 millones de pesos a quien diera información sobre su paradero. De Marchi fue apresado nuevamente en 2015, Olivera en 2017.

El gran escapista

Estos 50 años que Olivera festejó junto a su esposa también podrían dividirse en hitos criminales e hilarse como la historia de alguien que, junto a su cómplice, se la pasó violando y esquivando la ley. ¿Habrá sido esa adrenalina el secreto del éxito de este dúo tanto tiempo alineado al punto de despertar la admiración de Palito Ortega (quien además de sus temas brindó consejería matrimonial a los asistentes)?

El episodio del hospital militar no fue la primera vez que Olivera se escapó de la Justicia. En agosto de 2000 los Olivera viajaron a Italia para festejar sus bodas de plata. Pero al llegar a Jorge lo esperaba la policía para detenerlo: tenía pedido de captura de la Justicia francesa por el crimen de Marie Anne Erize. Pocos días después, su hijo Javier viajó en auxilio de sus padres y contrató al abogado Alberto Sinagra, quien solía representar al líder de la Logia P-2, Licio Gelli, para la defensa. Así pudieron volver a la Argentina.

Se ganó el mote de “carnicero de San Juan” por su accionar en distintos centros clandestinos. Uno de los casos más resonantes, en los que fue hallado culpable, fue el secuestro y desaparición de la modelo Marie Anne Erize. La joven francoargentina, estudiante de antropología, que llegó a ser cara de Gente Siete días, fue secuestrada en octubre de 1976, en San Juan.

Recién en 2007 un juez provincial ordenó la detención de Olivera por ese caso y otros 240 secuestros, violaciones, torturas, desapariciones y asesinatos, pero cuando fueron a buscarlo, Olivera estaba prófugo. El 3 de noviembre de 2008 fue detenido mientras caminaba por las calles de Vicente López, cerca del chalet donde organizó la fiesta del sábado.

A todo trapo

“Antaño los hombres se casaban por Iglesia, tenían los hijos que Dios les mandara y permanecían juntos hasta la muerte. ¡Felices bodas de oro, queridos papá y mamá! 50 años, 5 hijos varones y una vida entregada a Cristo, la Patria y la familia. ¡Y gracias por  enseñarme a vivir de pie!”, posteó el párroco Javier Olivera junto a la foto en la que se lo ve sobre el escenario donde unas horas después cantaría, acompañado por más de una decena de músicos, Palito Ortega.

“Estamos haciendo la fiesta acá porque papá no puede salir. Ustedes saben.. Todo el mundo sabe. Así que, si hay algún zurdito, tiene que irse de la casa ya mismo”, dirá el cura en el que quedó registrado como uno de los momentos de alta comedia de la noche.

El pasado como represor condenado a prisión perpetua de Olivera no es un dato que se haya querido camuflar o pasar de largo, porque es la fuente de la que brota el orgullo familiar. Esa identificación “a mucha honra” con los crímenes cometidos es algo que en la fiesta y en la casa de los Olivera es una constante: que va desde imágenes de Ratzinger y Trump hasta las canciones con las que el hijo capellán agita “la contrarrevolución cultural y espiritual”. No figuraba en la invitación pero la de Olivera fue una fiesta temática de reivindicación del terrorismo del Estado, de canonización de los represores condenados por “luchar contra los montos” y que ahora espera respuesta de quienes sienten que los representan muy bien en el Gobierno.

Ya casi en el amanecer, la fiesta terminó, después de las fotos de rigor con Palito, los saludos de camaradería con el personal de seguridad y, como no podría ser de otro modo, levantando las copas para un último brindis con esperanza en la familia, la patria y las fuerzas del cielo.

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