A fines del siglo XIX, varias familias emigraron de Europa a la Argentina en busca de un futuro mejor. Algunas de ellas, en particular provenientes de Italia y España, se asentaron en Tandil, tierra pampeana con un clima ideal para la elaboración de chacinados por su humedad y aire serrano. Varias pasaron, pero una de ellas se mantuvo y, con los años, convirtió su apellido en una marca registrada dentro del negocio de los salames y chorizos.

Don Pietro Cagnoli llegó al país desde la Lombardía en 1907. Luego de varias mudanzas finalmente se instaló en tierra tandilense. Ahí empezó a desarrollar embutidos de forma artesanal motivado por las condiciones climáticas, que eran las indicadas para lograr una buena conservación y estacionamiento de las carnes.

Ese oficio lo había aprendido en su familia y él hizo lo mismo con los suyos. Sus hijos rápidamente aprendieron todos los eslabones del negocio, desde faenar hasta despostar, atar los chacinados e incluso salir a distribuirlos. De a poco, los productos de Cagnoli fueron haciéndose conocidos en Tandil y luego en la Ciudad de Buenos Aires, donde se vendían en hoteles, restaurantes y fiambrerías.

Para poder aprovechar el mercado porteño, la familia empezó a embutir salames de mayor tamaño así se conservaban durante más tiempo. Don Pedro Cagnoli le pasó las riendas a sus hijos, Pedro y Salvador, quienes conformaron Cagnoli Hnos. y a ellos los siguieron Norberto y Hugo, hijos de Pedro, que fueron los encargados de crear la sociedad anónima en los 60.

Hugo Cagnoli, nieto de don Pedro, aún forma parte de la empresa aunque no está en el día a día.

Actualmente la compañía cuenta con más de 35 variedades de embutidos secos, entre los que se destacan los salames especiados, cantimpalos y longanizas. A su vez, incorporó carne fresca y fiambres de todo tipo. Para esto la firma se integró verticalmente con establecimientos propios de crianza y faena. Por caso, en 2020 quedó sexta en el ranking de faena porcina con 161.063 cabezas, según el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca.

 

El negocio exterior también tiene su peso. Uno de sus principales mercados es Perú, aunque también exporta a Colombia, Rusia y Hong Kong. Con este objetivo inauguró en 2006 un frigorífico de faena de cortes vacunos con destino de exportación en un joint venture con el grupo italiano Todini.

Pablo (centro) y Fabio Cagnoli (derecha) tomaron las riendas de la empresa familiar.

Otra de las claves para posicionar a la marca en el extranjero fue la denominación de origen del ‘salame tandilero’. Esto llevó más de 15 años de trabajo y se consiguió recién en 2011. Uno de sus artífices fue Hugo Cagnoli, nieto del fundador de la compañía. Hoy en el día a día se desempeñan Pablo Cagnoli – presidente – y Fabio Cagnoli – vicepresidente, hijos de Norberto. También ocupan un rol sus primos, Néstor y Liliana.

EMPEZAR DE CERO

«Se incorporaron nuevas líneas de despostes, se han duplicado las cámaras frigoríficas y se incorporó un sistema dinámico de congelado automático. Todas estas inversiones apuntan a ser líderes en la producción de carne porcina», comentó Pablo Cagnoli en 2019 en diálogo con El Eco de Tandil. Cagnoli fabrica cerca de 9000 toneladas de producto por año y factura alrededor de $ 2500 millones.

A comienzos de este año, la empresa atravesó un duro momento. En marzo se incendió por completo una de sus plantas procesadoras. Si bien no hubo heridos, las pérdidas fueron totales. Sin embargo, la firma tiene decidido volver a empezar. Ya anunciaron que plantean reconstruirla para fines de 2022.

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